Sobre
Amighetti
Carlos Francisco
Echeverría
Suplemento cultural de
Excelsior
6 de agosto de 1977
Versión para imprimir
Haga click aqui
LOS 70 AÑOS
DE FRANCISCO AMIGHETTI
Este número
de POSDATA homenaje a Francisco Amigheíti,
ha sido preparado con la colaboración del Ministerio
de Cultura Juventud y Deportes. Agradecemos esa colaboración
al señor Ministro don Guido Sáenz, y
en particular a don Carlos Francisco Echeverría,
quien por parte del Ministerio, estuvo presente en
la selección de textos y nos facilitó
las ilustraciones.
SOBRE AMIGHETTI
DESDE muy joven,
Francisco Amighetti se desprende del resto de los
artistas costarricenses de su generación, en
la medida en que un cierto desarraigo social, y quizá
familiar, lo conduce de manera definitiva a una exploración
de los caminos de lo intimo; no solamente de ¡o
que le es personalmente intimo, sino también
de lo cálidamente humano que hay en los seres
y en las cosas, tanto de su trópico nativo
como de los lugares a los que lo condujo su vocación
errabunda.
En efecto,
de la lectura de sus tres libros autobiográficos,
Francisco en Costa Rica, Francisco y los caminos y
Francisco en Harlem, profusamente ilustrados con xilografías
se extrae la imagen de un niño al mismo tiempo
tímido y aventurero afectivo y solitario, artesano
y observador; de un joven perennemente enamorado,
y de un adulto siempre pendiente de su vida interior,
de sus sensaciones y de sus recuerdos, así
como de las actitudes más personales de quienes
lo rodean en la realidad o en la imaginación.
Todo ello define
su temperamento innato de artista, libre de toda inclinación
por la simple complacencia, por la creación
de objetos lujosos o fetiches decorativos. Amighetti
da la impresión de haber creado casi siempre
obedeciendo a un impulso interior condicionado tolo
por sus lecturas y sus expectativas de un mercado
artístico nacional o internacional, cosa en
la que puede considerársele excepcional.
LOS VIAJES
Incapaz de
estarse quieto en su San José natal, Amighetti
comenzó por explorar las provincias y las costas
de su país, para luego, con el dinero que le
produjo la ilustración de una serie de libros
escolares, emprender (1932) un aventurado viaje hacia
la América del Sur. El altiplano de Solivia
y Perú generó una serie de pequeñas
xilografías sumamente caligráficas,
de atmósfera cerrada y silenciosa, como los
pueblas y las gentes de allí y de entonces.
Varias de estas xilografías irían a
ilustrar la primera edición de su Francisco
y los caminos.
En Buenos Aires
Amighetti descubre el paisaje urbano, y la dureza
empieza a asomar en los rasgos de algunos de sus personajes
examinados siempre en o desde rincones íntimos
en bares, hoteles, parques. La urbe de las calles,
las multitudes v los automóviles, está
ausente de la creación de Amighetti, para quien
la ciudad, por grande que sea, parece ser una suma
de rinco¬nes, de pequeños espacios habitados.
Terminado su
periplo por América del Sur, Amighetti regresa
para recorrer Centroamérica. (1941-42). De
esas incursiones procede el examen y la utilización,
en dibujos apenas coloreados, de una luz tropical,
envolvente y húmeda a menudo, que tiende a
aislar los objetos y a preñarlos de una vitalidad
radiante. Ranchos y familias campesinas, mercados
indígenas de Guatemala y El Salvador, que derivan
su encanto no de la policromía, como en tanto
pintoresquismo para consumo turístico, sino
de esa luz grávida, viviente, que se incorpora
en los seres y las cosas y les comunica su carácter.
El desconcierto priva
en la limitada creación del artista durante
su permanencia en los Estados Unidos (Taos, Nuevo
México, y Harlem, Nueva York). Pocas obras
de este período nos son hoy accesibles, aparte
las pequeñas xilografías que ilustran
Francisco en Harlem, libro en el cual se respira una
constante perplejidad ante la violencia y la deshumanización
prevalecientes en la megalópolis, y ante el
tedio reinante en el pequeño pueblo de Taos.
OLEO, FRESCO
Y GRABADO
Amighetti había
pintado óleos a lo largo de todos estos años,
muchos de los cuales ni siquiera llegaron a conocerse
en Costa Rica por haber quedado en manos de compradores
y amigos extranjeros, en beneficio de la subsistencia
del artista. Luego de 1938 no fue sino hasta 1946
que expuso en San José, en la Galería
L'Ateiier. No obstante, ni el óleo, ni la pintura
al fresco —que estudió en México
en 1947— fueron las técnicas más
propicias a la creación de Amighetti- Para
un dibujante nato, de caligrafía sumamente
acentuada y personal, el grabado en madera se ofrecía
como la mejor posibilidad de dar cauce a estas virtudes
y a un claro interés expresionista, cosas ambas
que se vigorizaban con la gruesa incisión de
las gubias en la madera, y con la composición
a base de planos contrastantes.
La ejecución
de murales al fresco, y exposiciones ocasionales de
óleo y acuarelas, así como un par de
viajes a Europa y sus cátedras de Historia
del Arte y otras disciplinas en la Universidad d«
Costa Rica, ocupan la atención del artista
hasta que en 1968, abandona la enseñanza para
dedicarse exclusivamente a la creación.
LA INSURRECCIÓN
SOLITARIA
En ese período
de veinte años que va desde a 1948 a 1968,
Amighetti se ve obligado a hacer al medio en que habita,
dominado modernizante de la burguesía costarricense
que accedió al poder a raíz de la revolución
y que luego se "moderniza" aún en
alianza con los representantes de casas extranjeras
establecidas después de 1960, como resultado
de económica centroamericana, después
de todo, y quizá afectada de mala conciencia
por su mal velado entreguismo, esta burguesía
—o el reducido sector de ella que para mientes
en la existencia de la pintura— no parece legitimar
ni entender otra cosa que no sea el paisajismo y el
costumbrismo Pro clive de todas maneras, al criollismo
en pintura, Amighetti responde en alguna medida a
esta demanda con óleos y acuarelas en los que
están presentes el campesino abnegado y religioso,
el pueblito pintoresco o el encantador y luminoso
rincón a la orilla del mar. Todo ello, no obstante,
dentro de una dignidad estética que le es imprescindible
en cuadros en los cuales el expresionismo está
presente por medio del color, factor significante.
Así
el retiro oportuno de la actividad docente (1968)
y el período de profusa y vigorosa producción
que lo ha seguido en los últimos siete años,
puede interpretarse, usando palabras del poeta Carlos
Martínez Rivas, como una "insurrección
solitaria", resultado de la inquebrantable decisión
de dar cauce a una vocación expresiva durante
largo tiempo relativamente adormecida.
CROMOXILOGRAFÍAS
En la cromoxílografía
género que Amighetti ha estado cultivando con
absoluta exclusividad durante los últimos siete
años, ha logrado incorporar los elementos plásticos
que le son más propios: la profundidad en el
trazo y la presencia —subordinada, pero imprescindible—
del color. En pleno dominio de los elementos técnicos,
el tema adquiere preeminencia al ser tratado libre
e imaginativamente. Lo más profundo de la personalidad
de Amighetti se revela en la gama de sus temas predilectos,
de sus temas amados: los niños, el erotismo
de las mujeres tropicales y la aspereza de sus hombres
y los ancianos.
LOS NIÑOS
La infancia
está valorada en la obra de Amighetti como
en la de muy pocos artistas contemporáneos.
Amighetti repara sobre todo en la condición
del niño como contemplador profundo, como sensor
exacerbado. Los niños de Amighetti no están
allí para despertar los sentimientos maternales
o paternales del espectador, ni para evocar la ternura
con qué el artista se aproxima al tema. Por
el contrario los niños de Amighetti son, en
rigor, los protagonistas de la obra, y es por medio
de ellos que tenemos acceso a uno de los aspectos
más profundos de la percepción del mundo
del artista. Un vasto sentimiento cósmico está
presente en "El niño y la nube";
el niño que contempla hasta ser uno con el
objeto contemplado, y en "La Niña y el
viento" y "Al caballo", en donde el
personaje se convierte en un sensor absoluto, totalmente
permeable a las sensaciones suscitadas por los elementos
de la naturaleza: el viento, y el oscuro calor del
crepúsculo en la costa.
Difícilmente
podríamos evocar tal entrega a la existencia
en su manifestación más rotunda si no
por medio de la experiencia infantil. Amighetti nos
presenta así al niño que más
a menudo obliteramos; el niño cósmico,
profundamente perceptivo, entregado por completo al
acto de vivir, con una sensibilidad que el tiempo
luego irá llenando de escamas.
Una entrega
a la vida similar, aunque quizá más
plácida y más restringida, está
presente en "La Tortuga". En "Conflicto
entre niño y gato" Amighetti equipara,
no sin cierta ironía, la furia de las dos criaturas,
tan parecidas en su enfrentamiento. Dentro de esta
temática, sin embargo, son sin duda "El
niño y la nube" y "La niña
y el viento" las dos obras más logradas
en virtud de su asombroso poder poético.
EL EROTISMO
Francisco Amighetti
habita un país en el que la voluptuosidad es
celosamente cultivada por las mujeres, ávidamente
sobrevalorada por los hombres. Se trata no de una
voluptuosidad en¬fermiza y decadente, sino de
una voluptuosidad vital, que lleva dentro de sí
un cierto culto a la juventud. La fibra y las vetas
de la madera se convierten así, en muchas de
las cromoxílografías de Amighetti en
la tensión de las formas prietas de la mujer
criolla. "La modelo" es paradigma del erotismo
amighettiano, también presente, con inusitada
intensidad, en "La conversación".
En esta última xilografía, en la que
dos hombres ásperos y rudos conversan, evidentemente,
sobre una mujer, esta se hace presente como evocación
en el plano superior del cuadro laxamente tendida,
desnuda y con sus formas sensualmente destacadas,
en lo que constituye un acierto plástico sólo
posible en quien posee la experiencia de un maestro,
junto con un afán de visualizarlo todo en el
que convergen el expresionista y el primitivo. En
"Esfinges" la presencia erótica de
las mujeres en el balcón de un hotel de puerto
está presidida por la redondez de la luna,
que ilumina y fortalece la de las formas femeninas,
y una vez más por la avidez de los hombres
que se encuentran en la calle.
LOS HOMBRES
La redondez
de las formas femeninas contrasta en Amighetti con
la dureza de los rasgos masculinos, muchas veces presentes
también en rostros de mujeres. Las caras de
los hombres de Amighetti están llenas de aristas,
y en ocasiones de formas casi geométricas como
en el gran "Friso de los observadores observados"
(1972), cuadro de una concentración dramática
casi aterradora. En la "Gallos y gente",
en "Toros y gente", en "Autorretrato
con antepasados", en "Discordia" I
y II, en "Hombres y máscaras" en
"Los que van", y en muchos otros grabados
recientes, esas formas angulosas, contrastadas a menudo
con la hueca redondez de los ojos, llegan a constituir
casi un lenguaje autónomo de carácter
abstracto, un testimonio o retrato de la vida áspera
y violenta, llena de corrientes encontradas de energía
que brotan como chispas candentes en la superficie
del cuadro.
Gran parte
de la obra de Amighetti se genera en el asombro, y
nada lo produce más en este hombre pacifico
y sereno que la violencia de los hombres. Podría
escribirse todo un ensayo sobre la violencia en la
obra de Amighetti, pero ese no es mi propósito
ahora. Cabe señalar, marginalmente que dentro
del contexto del arte costarricense, Amighetti es
el único que se ha enfrentado, sin aspavientos,
a la dimensión trágica presente en la
vida de nuestros campesinos. Y lo ha hecho no describiendo
tragedias, ni figurando torpemente campesinos oprimidos
bajo la bota del patrón, sino presentando crudamente
la forma en que la tragedia cotidiana se ha ido incorporando
en los rostros de esos hombres curtidos por el sol
y la amargura.
ANCIANOS
Desde siempre
Amighetti se ha interesado por figurar ancianos y
ancianas. "Los viejos", "La ventana
blanca", "La Cruz", "Las beatas
y la virgen", "Asilo de Ancianos",
I y II. "Vieja, niño y nagual" y
"Cabeza de vieja" son algunas de las manifestaciones
del tema en la producción de cromoxilografías
de los últimos siete años que venimos
comentando. Entre ellas, dos destacan como piezas
cumbres dentro de la producción de Amighetti,
junto con "La niña y el viento",
"El niño y la nube", "Conversación",
"Marta" y el "Friso de los observadores
observados". Se trata de "La ventana Blanca"
y "Cabeza de vieja". Ambas son piezas realizadas
dentro de la gama del blanco y el negro, y dentro
de propósitos más o menos esquemáticos
que acentúan su condición de "negativos",
de presencias casi espectrales, particularmente en
el caso de "La Ventana blanca". Son retratos
no del camino hacia la muerte, sino de la aceptación
de la muerte. Están exentos de toda emoción,
salvo por la presencia de algunos tonos que apenas
evocan la tristeza en la "Cabeza de vieja".
En esta hay un énfasis en la resignación,
y en el desgaste producido por los años en
ese rostro velado, agobiado que sigue la inclinación
de las vetas de la lámina y parece venir hacia
nosotros buscando un punto de reposo, un ámbito
cálido en el que la muerte sea propicia, en
tanto que, en "La ventana blanca", hay reposo
y serenidad en el vistazo retrospectivo que el hombre
da a la vida, desde el fondo límpidamente blanco
de su ventana.
Nuestra proclividad
a lo trágico podría señalar estas
obras, resultado de las reflexiones y de la exploración
plástica de Amighetti sobre el tema de la ancianidad,
como sus dos más altas realizaciones. ¿Es
importante determinarlo? No. Están allí
como testimonio de una profundidad que hoy muchos
no pueden percibir, no digamos entender, están
allí como resultado maduro de una obra de creación
plástica cuya total comprensión no exige
una pureza de visión que sólo la humildad
y la honestidad pueden ir creando en nosotros. Como
toda verdadera obra de arte, estas cromoxilografías
de Amighetti son a la vez un reto y una invitación
hacia formas más plenas de existir.
OTROS TEMAS
Deliberadamente
hemos esquematizado esta presentación de la
obra de Francisco Amighetti en cuatro grandes líneas
temáticas, que a la vez proveen la oportunidad
de ser ordenadas en una sucesión artificial,
meramente expositivas. Hemos dejado de lado, así,
la consideración de muchas obras importantes
pertenecientes al período más significativo
de la producción de Amighetti, período
para el cual los anteriores no parecen sino una preparación
necesaria. Obras como "Contrafuertes", "Carnaval
trágico", "Trópico",
"Mujeres frente al mar" etc., podrían
ser clasificadas bien en relación con la perenne
aspiración a lo íntimo presente en el
artista, bien como valorización cromática
o lineal de emociones o de la simple sensación
de estar vivo. No obstante, semejante interés
clasificatorio sólo se justifica como una forma
de reconstrucción conceptual de la personalidad
artística, y nunca como pretensión global.
Un examen más detallado, y más extensamente
expuesto, de la obra de Amighetti, abrirá sin
duda perspectivas que ni siquiera han sido tomadas
en cuenta en este ensayo.
NUEVAS XILOGRAFÍAS
Una vez hecho
manifiesto todo el bagaje de sensaciones, convicciones
y propósitos artísticos tan largamente
gestados durante décadas enteras dedicadas
a la creación y la reflexión. Francisco
Amighetti sigue desenterrando recuerdos, apuntes,
dibujos que dan lugar, invariablemente a cromoxilografías
sobre un sólo gran tema: la vida, pero no la
vida inventada, imaginada o deducida de la conceptualización,
sino la vida observada, sentida y amada por quien
la ha atravesado consciente de cada paso, y de su
silenciosa pero trascendental vocación de artista.
|