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Amighetti a los 79 años
Francisco y los caminos
Carlos Cortés
28 del 17 al 23 de octubre de 1986

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Sin importarle la edad, el casi octogenario maestro acaba de mostrar dibujos, grabados y acuarelas recientes en el Centro Costarricense Norteamericano y como un "niño viejo" se mantiene lleno de vida.

Ahora tengo muchas cosas. Yo no puedo quejarme porque he tenido la suerte de tener una vida larga, con salud. Dice mi esposa Isabel que yo nunca me voy a morir, que me van a tener que matar a palos.
Yo no me puedo quejar de la tercera edad, es cuando he hecho las exposiciones más interesantes y los viajes más largos, hasta obras importantes, la aventura de volverme a casar. Todo me sale muy bien. Ahora, uno no puede pedirle a la vida más de lo que puede dar."


— ¿Hay algo que aún le quede por expresar de su vida?
— Tal vez quedan cosas, porque he vuelto como a cosas de la infancia, a veces. La infancia, que uno creía olvidada, pérdida totalmente, todavía es inagotable, es un tesoro.


— ¿Por qué retomar la acuarela después de tanto tiempo?
— Pienso que es una forma de despedirme de las cosas, fijándolas pictóricamente. La acuarela la hago porque vivo la alegría de vivir. En las mañanas, cuando
salgo a pintar, recupero algo de mi juventud, de mi niñez, de mi adolescencia o de esa niñez que con los años se vuelve a presentar. Yo siento la alegría de la luz, del color. La tristeza, lo dramático no aparece en mis acuarelas; en cambio toda mi vida interior se va juntando en los grabados. La acuarela puede interesar más en Costa Rica, donde conocen los temas y la historia de esa arquitectura que desaparece también junto con un estilo de vida, pero internacionalmente yo expongo grabados en los que no importa que haya cosas de Costa Rica, porque fundamentalmente son cosas universales. Es decir, entre más local más universal; el problema es cuando uno se queda como en los umbrales de lo local, en que sólo lo entienden los del lugar. Las esencias universales son del hombre de todas las épocas y de todos los lugares. Lo único, es cierto colorido que puede ser nacional, pero si las cosas se entienden es porque se dirigen al hombre en lo más profundo que el hombre tiene y aunque sea con el color nacional.

—Por qué su pasión por los viajes, por los caminos, como usted los llama?
—Bueno, puede ser por varias cosas. Por la formación. Cuando yo estaba joven, en Costa Rica había sólo Farmacia y Derecho. Yo estuve tres meses en la Escuela de Farmacia y después me metí en Bellas Artes, donde no había nada que hacer. Yo aprendí en los parques, en los caminos, en las salas de espera y en los viajes aprendí muchas cosas. Fue parte muy importante de mi formación, encontrar lugares donde había otras galenas, donde podía exponer, donde había crítica, donde el arte era una cosa tangible, que tenía valor económico y moral, artístico.

"Yo no resisto la tentación de los viajes, que se formaron de niño con El niño y la nube, cuando no había aviones y entonces uno hacía viajes imaginarios. En mi juventud yo hice viajes heroicos, en trenes de tercera categoría. La juventud es la época heroica, después uno vive de sus conquistas. Ahora yo no salgo ni a la esquina si no tengo dinero, pero uno de joven...

La gente me pregunta que por qué tengo tan buena salud. Bueno, probablemente porque a los 25 años duré un año sin comer en la América del Sur. Un poco exagerado, pero era así."

—Usted es el único artista plástico que se preocupó por dejar escrito su paso por la vida ¿Cómo se lo explica?
—Porque yo sólo hablo de mí mismo. No es por un afán narcisista de hablar de mí mismo, sino porque yo no puedo hablar de otra persona, sino sobre mí, o de gentes que han nacido o vivido cerca de mí. Entonces, a veces yo pongo en bocas de otras gentes cosas que yo digo, pero en esencia estoy hablando. Hasta cuando otros hablan estoy hablando yo, porque si usted coge la poesía está muy ligada a la pintura. Y sí usted coge "Francisco en Costa Rica" o "Francisco y los caminos" y están muy ligados a la pintura. Hay cosas que se vienen forjando.

"Por ejemplo, en mi grabado "La gran ventana" hay unos jugadores. En la Argentina, yo fui víctima de unos jugadores que no me dejaban dormir. Se peleaban, rodaban por el suelo, botaban las lámparas, los naipes. Todas las noches peleaban y jugaban. Yo hice un grabado de los jugadores, pero el tema vuelve a aparecer en "La gran ventana", porque son los pro¬tagonistas que uno a través de la vida los ha sufrido, los ha elaborado. Están en los recuerdos de uno con tal fuerza que tienen que salir de alguna manera, en al¬guna parte".

—¿En la raíz de su creación siempre está la memoria?
—A uno se le define por lo que olvida y por lo que recuerda. Si uno sólo se acuerda de lo que le enseñaron en el liceo se volvería un disco

Uno se acuerda de una calle, de una persona, de unos cuadros y entonces uno se va definiendo por la sensibilidad con que se olvidan cosas y las recuerda. Y por eso es que la memoria es una de las musas del arte. Yo me refiero a la memoria creadora, no a la reproductora. Hay gentes que se saben números de teléfono y es una memoria que yo admiro mucho, pero es una memoria reproductora. Pero acordarse de algo con cierta emoción, con nostalgia, es evocar. No es lo mismo evocar que recordar así nomás. Evocar es recordar con amor, con dolor, con tristeza. Es volver a traer una cosa y ese sentimiento, esa emoción, indica una recreación. No es una repetición, es una transformación que se opera a base de la imaginación y de lo emotivo.

"Yo he tenido como dos vidas. Una vida dedicada a la didáctica. Para enseñar historia del arte he tenido que aprender muchas cosas, hacer muchos viajes, meterme en muchos museos. Y otra vida como artista completo, de tiempo completo. Ya yo puedo vender, porque, como decía Degas, para un artista es fácil ganarse la vida pero después de muerto. Yo me la gano bien ahora, porque es como si me hubiera muerto.

"Yo cuento esa anécdota de la chiquita que me llamó una vez para decirme que tenía una asignación sobre Francisco Amighetti. Pero es que él está ocupado con unas visitas, le dije yo. Si es un momento. Bueno, ¿qué es? Es saber si Francisco Amighetti está vivo o está muerto. Está vivo, le dije yo. Y se fue feliz porque tenía la asignación".
¿Cuándo se definió usted exclusivamente como grabador?
"Yo antes exponía acuarelas, óleos, hice murales, me fui a México, Mil cosas. Ahora me reduje al grabado en madera. Esto de la acuarela es una cosa reciente, que me produce placer hacerla. Yo también me planteo el problema que ya voy a cumplir 80 años y que no puedo hacer obras que no estén a mi altura. Y yo sé que si persisto en seguir viviendo tengo que descender, no puedo ir contra las leyes biológicas.

"Como he tenido larga vida, yo he asistido a toda la revalorización del grabado. Si yo voy a representar a Costa Rica a Estados Unidos o a cualquier parte, voy como grabador. Esa es la pintura mía. Yo empecé con dibujo a línea y grabado en blanco y negro. Fue algo simultáneo.

"A mí la madera me obsesiona. Es el misterio que tiene para los niños hacer flechas, empezar a trabajar la madera para lo que sea. En "Francisco y los caminos" hay un pedacito que se habla sobre la madera, que yo veía las vetas como cuando se atraviesa el río Amazonas desde mucha altura y las corrientes del río que entran en el mar son como las yetas de una madera inmóvil. A la distancia del avión uno ve las corrientes como si estuvieran detenidas y no como si estuvieran fluyendo. En la materia nada está detenido, pero la biografía de la madera está en las vetas y yo la uso mucho en mis grabados. Siempre que puedo uso las vetas de la madera asimilándolas a la idea que uno tenga.

"Yo empecé en el grabado en madera un poco basándome en los expresionistas alemanes, también en algunos que venían de México, aunque eran muy funcionales: el machete, la revolución, eran propaganda. Los expresionistas alemanes eran más el alma humana, éxtasis, drama, deleite, todo. Yo descubrí la madera solo. A Joaquín García Monge, el autor del Repertorio Americano, le gustaba mucho publicarme poemas y grabados. Y cuando yo llegué a la Argentina, a los 25 años, los intelectuales sabían por el Repertorio dónde quedaba Costa Rica y hasta algunos me conocían a mí.

"El grabado en madera en blanco y negro ha sido una constante en mi vida. Lo empecé como a los 19 anos y lo seguí mientras yo hacía óleo o daba clases o lo que sea. Siempre hice grabado en madera. Cuando yo ya iba a salir de dar clases en la Universidad de Costa Rica me pregunté qué voy a hacer yo y me dije que hacer grabados para meterlos en una gaveta es trabajar en el vacío. Entonces, en 1969, en la galería Amighetti, hice la primera exposición de grabados en que muchos, la mayor parte, eran en color.

"El blanco y negro es la quinta esencia de todos los colores. Siempre el grabado yo lo imprimo en blanco y negro y después generalmente le doy color y a veces no, como en "El baño de Venus", en e! que trabajo en blanco, negro y gris. Pero desde los 20 años hasta 1965 yo sólo hice grabado en blanco y negro".


FRANCISCO AMIGHETTI: Nacido en San José, en 1907, es el pintor vivo más importante del país, además de muralista, poeta, memorialista e historiador del arte. Doctor Honoris Causa por la Universidad de Costa Rica, en la que dio clases entre 1945-1965, es premio nacional de cultura "Magón" 1970 y recibió la "Condecoración Presidencial de las Artes" del mandatario Rodrigo Carazo en 1981 y la Orden de Artes y Letras en el Grado de Comendador de Francia. Desde los 25 años, en que hizo su primera muestra individual en Argentina, ha presentado innumerables ocasiones su obra en Centro y Sur América, Puerto Rico, México, Estados Unidos, Alemania, Francia, Rumania, Israel y Japón. Aunque se considera un autodidacta, se perfeccionó en la Universidad de Nuevo México, Estados Unidos, y cursó pintura al fresco en México y grabado en la Escuela Superior de Bellas Artes de Argentina. En Costa Rica realizó cinco murales entre 1948 y 1957. Ha publicado seis libros en México y Costa Rica de memorias, poesía, dibujo y xilografía.

Francisco Amighetti

 

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