Francisco y los caminos



PANAMÁ


Cuando iba de la ciudad de Panamá a Colón en un carro de ferrocarril de segunda clase, me quedó al frente un negro que dormía con el brazo en alto apoyado en la ventanilla del tren. Su brazo era una exhibición de pintura de tatuajes y de símbolos astrológicos: la geometría de las supersticiones se desplegaba al lado de las sirenas que sólo se hallan en los puertos. Me parecía terrible que aquel hombre se hubiera escrito para siempre en la piel aquellos dibujos, que tenían el color azul y verdoso de sus venas, y también el rojo de una sangre espesa y enferma. Su abandono en el tren me invitó a hacer un rápido croquis. Dibujándolo asimilé su cansancio, la fatiga de toda una vida y su calidad de héroe anónimo en los trabajos del Canal de Panamá. La ventanilla del tren pasaba sobre un mismo paisaje, un paisaje horizontal que se iba desarrollando ante mi vista como un sombrío makemono, con sus promontorios desolados, o la vegetal, uniforme y verde naturaleza entonces venenosa por las serpientes, la fiebre y los mosquitos. El tiempo estaba gris y bochornoso, y en aquella plata sucia desbordada sobre la tierra, emergía un cementerio de árboles. Estaban secos, habían perdido la caligrafía de sus ramas, les quedaban dos brazos, a veces uno, o emergía el tronco sólo con muñones.

Parecía que los árboles negros se habían convertido en su propia cruz sobre aquella tumba acuática e insalubre que, descorría su monótona Iongitud en el trayecto del tren en donde, el negro tatuado dormía al son de hierro del ferrocarril. El paisaje da tanto repetirse se había vuelto estático, era la proyección humana de aquel trabajador, o era éste la concreción del paisaje; ambos se complementaban en una estrecha unidad, y su sentido era idéntico. La piel violácea barnizada por e! sudor, los árboles ahogados en el gris metálico, los tatuajes sobre la carne con símbolos de una magia primitiva, y aquel clima de infierno pesando sobre el alma, me daban la clave para penetrar el país y su historia viva, en la efigie de aquel trabajador dormido y su paisaje.


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