Francisco en Costa Rica



Iba con mi compañero

Iba con mi compañero de escuela a la casa de su tía; una de las razones era el café que nos daba, con tostadas con mantequilla y miel de abejas. Todo lo devorábamos con apetito de adolescentes; aquello era una fiesta.

Una vez me llamó la tía y me dijo que le ayudara a quitarse el vestido. Entonces empecé a descubrir la cantidad de formas que el cuerpo femenino, aparentemente tan simple, multiplica y matiza; sentía su calor que entre menos ropas más se acentuaba, como si me acercara a una fuente de energía. En aquella habitación donde el Corazón de Jesús tenía una lámpara, se quedó completamente desnuda. Entre los muslos un triángulo oscuro y grande monopolizó mi tención. Su cabello había quedado en desorden y se retorcía por el cuello e invadía su frente. Tardaba en encontrar sus prendas de vestir. Su espalda ora una lámina pura, que fluía hasta sus nalgas separadas por una línea fina, y contrastaban por su volumen con la serenidad de sus omoplatos. Sus brazos redondos se perdían en la sombra del armario buscando sus vestidos; algunas prendas yacían en desorden sobre la cama y en el suelo. No sabría decir cuánto tiempo transcurrió durante este oficio de ayuda de cámara. Se vistió sola sin solicitar mi ayuda y luego nos despidió obsequiándonos con frutas.

Mi compañero no volvió a invitarme a la casa de su tía. Yo soñaba con ella en el Liceo de Costa Rica mientras don Leovigildo Arias nos mostraba en eI mapa el sinuoso curso del Río Amarillo, don Napoleón Quesada citaba fragmentos de poesías para ilustrar sus lecciones de gramática, y don Fidel Tristón nos hablaba de los vasos comunicantes.

Había visto en la Biblioteca Nacional innumerables coproducciones de arte en las que aparecía el cuerpo femenino desnudo; sin embargo, su captación con los sentidos en aquella penumbra, me obsesionó durante mucho tiempo. El triángulo oscuro que había visto sostenido en el lugar en donde los muslos se juntan, no sólo surgía entre las sabias disertaciones de mis profesores, sino también en la calle y durante las noches y cuando veía a otras mujeres. Aquella visión de la tía de mi compañero de escuela, perturbó misteriosamente mi adolescencia.


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