Frente
a mi casa
Frente a mi casa pasaba todos los
días "el carretón de la basura"
ornamentado con la móvil decoración
de los zopilotes; saltaban a la calle dando brincos,
temerosos de robar lo que les correspondía.
Cuando no viajaban sobre los carretones de la basura,
ni estaban en el cielo, se instalaban tranquilamente
sobre los techos. Los asocio a la muerte, porque la
conocí en los perros y los caballos picoteados
por los buitres. Iban siempre de luto como los enterradores,
en una eterna condolencia por las víctimas
cuya muerte los favorecía. Esta vil manera
de vivir a la que biológicamente estaban condenados,
se sublimaba al contemplarlos planear en la altura
en inmensos círculos en donde se convertían
en ala, una ala firme como hoz de acero que segaba
el viento. Viéndolos en el espacio, se olvidaba
su fisonomía grotesca, su ridículo caminar
y su historia de hambre; eran sólo vuelo.
Durante mi infancia, estas aves se
concentraban en oí matadero municipal y en
los suburbios; se sesaban al sol sobre los techos,
y eran un escudo heráldico contra el poniente
sobre las casas pobres donde vivían mis compañeros
de escuela.
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