Francisco en Costa Rica



César sacó una hoja blanca

César sacó una hoja blanca, la dobló cuidadosamente, la volvió a plegar una y otra vez, cerró un ojo, miró el lomo de papel del aeroplano, y comprobó la rectilínea seguridad de su fabricación. Había nacido en el pupitre un ave blanca tan quieta como ansiosa de vuelo.

El viejo profesor de gramática se paseaba, yendo desde la pizarra a la puerta del aula. En uno de aquellos momentos en que volvía la espalda en su incesante ir y venir, César lanzó su blanco avión de papel en el ámbito del aula. Éste, planeó teledirigido por BU deseo hasta rozar el techo, y luego descendió posándose a los pies del profesor que lo aplastó sin querer.

En aquella lección sobre el complemento directo circunstancial, el pájaro de César había descrito una blanca parábola, eliminando por un instante aquel tedio mortal.

 

César tomó otra página para escribir el epitafio de su avión, decía:

Bajo las patas de la gramática
murió el lirio que cruzó los aires,
eso sucede con la poesía.

Volví a encontrarme con César varios años después, se celebraba el natalicio de un amigo. Cuando el licor se terminó como sucedió en las Bodas de Canaán, ante la consternación general, César que recordaba de las lecciones de gramática, sólo los ejemplos poéticos, exclamó:

A todas horas para el hombre abierta
está del vicio la fatal morada...

Inmediatamente circuló entre todos nosotros el optimismo y al salir encontramos a aquellas horas de la noche el licor que se necesitaba.


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