Francisco en Costa Rica



Hay calles

Hay calles por las que sigo pasando en mi recuerdo y que transito a veces, pero las casas son otras y otras las gentes y otras las cosas que suceden.

Voy a hacer mandados con mi trompo en el bolsillo, a traer pan, comprar clavos de olor y mantequilla que necesita mi abuela, pero esas diligencias que podrían tomar normalmente diez minutos, se prolongan a una hora al toparme con los amigos de¡ barrio y jugar trompos o bolitas de vidrio.

Puedo identificar el lugar de la esquina de mi casa en donde perdí jugando a los trompos y presencié el cruel castigo que, según las convenciones del juego, le infligieron a mi trompo de cedro. Veía e mis compañeros como turba que se reía de gozo maléfico amontonados sobre mi trompo dándole con la punta metálica de los suyos. Permanecía de pie todo el tiempo que duraba la acometida; lloraba con el corazón porque las lágrimas sólo hubieran servido para completarles su fiesta demoníaca. Una vez terminada su obra, entre burlas me entregaron un pedazo informe de lo que había sido mi trompo de madera pulimentado. Yo me lo eché al bolsillo inmediatamente y cuando entré a mi casa y estuve solo, lo saqué y lo limpié acariciándolo como a un perro herido y lloré por él. Después lo arrojé por la ventana sepultándolo en el aire.


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