Poesía



 

VIAJES

 

PARQUES


No soy un profesor sino un vagabundo
que ha vuelto a amar los parques
donde soñaba siempre,
escuchando el tranvía huyendo hacia el suburbio.

Parques de las grandes ciudades
con estatuas de bronce y desocupados,
con galgos y mujeres elegantes,
con niñeras rosadas y policías poco amables.
Donde fui un desconocido
que habitaba los bancos
y hablaba con los pájaros,
donde amé y tuve hambre.

Parques de las ciudades lejanas,
de las provincias muertas
donde sólo hay campanas.

 

BUENOS AIRES


Me acuerdo de los árboles desnudos
en su esqueleto vegetal, sin hojas
cuando el frío más sobre la carne hiere,
sin hojas, sin pájaros, sin nidos.
Su abstracto cuerpo en el dibujo fino
del gastado telón de los inviernos.
Yo amé en los parques su delgado cuerpo,
y colgué en los brazos de sus ramas
las esperanzas de mi pobre vida.

Yo sé que eras entonces mi retrato
dibujado con lápiz o tinta china
en el libro de apuntes de los parques,
ceñido, austero, ascético y enjuto
en médula de esencia, despojado
del adjetivo verde de las hojas,
esperando, mendigo, la moneda
del sol y el canto de un pájaro perdido,
que me diga que estoy todavía vivo.

EL VIAJE


Ya me he despedido de todo
desde hace mucho tiempo.
No quiero dibujar en estas tierras verdes,
quiero mirar caras desconocidas y rostros indígenas,
oír otras canciones llorar la misma pena.

Nuevas humillaciones o nuevos éxitos,
que mi corazón vuelva a sonar otra vez
en otras calles,
donde la arquitectura me diga algún secreto,
y la historia despedazada y viva evoque
¡oh fantasma de piedra! el antiguo silencio.

 

 

SAKYAMUNl BUDHA


En su sueño de mármol desde el Norte de China
te ha traído sereno un trasatlántico
rescatándote de los invasores amarillos
que también tienen budhas
cuya voz ahoga el ruido de las armas.

Llegas con. una mano sin dedos
y la otra, la que bendice está arrancada.

¡Eres también, oh Budha, como los veteranos!

Y sigues predicando tu filosofía serena
desde tus párpados que han soportado
la bestialidad de todas las edades.

Desde tu boca de labios gruesos
que sin moverse dice la plegaria,
desde la túnica que ondula
con la quietud de la montaña,
de la llanura o del agua,
en que se miraban los sacerdotes contemplativos
y los amantes que hablaban en Hai Kais.

Sobre tu carne rozada por granadas,
sobre tu corazón de fuego cercado
por el hielo de las balas,
estarás vivo, oh Budha,
con tus miembros partidos,
y eternamente predicando
una religión de paz
que nadie tiene tiempo de oír.

LLUEVE EN NUEVA YORK


Llueve en Harlem, las ventanas iluminadas
miran absortas caer el agua.
También ahora en Junio en Centroamérica
los paisajes son verdes húmedos y esmaltados,
y las lluvias encierran con murallas de plata
la ciudad donde vive mi recuerdo apresado.

Por la ventana abierta por donde ve la luna
hoy mira los relámpagos cruzar por la montaña,
y sus grandes pestañas temblarán como palmas.
Sus hombros delicados descansando en la silla,
sus manos fatigadas durmiendo en su regazo,
así la dibujaba cuando estaba a mi lado,
y hoy la miro esta noche desde aquí desde Harlem
esta noche lluviosa de ventanas doradas.

 

LA ESCALERA


La escalera la diseñaron grada por grada
con sus pasamanos y sus adornos.
Con los años se ennegrecieron sus maderas
y rutilaron con destellos de cobre.
Se fue gastando con los pasos que hunden la huella,
se pulieron sus pasamanos con las manos atormentadas
de los que regresan embriagados y,
con las manos claras de las mujeres.
En su ámbito resonaron los gritos
de las madres clamando
y de los hijos que lloran el nombre de su madre,
de los que pequeños o grandes, abandonados,
se asoman a la ventana en silencio de gárgola.
Se humedecieron los peldaños con lágrimas,
se enrojecieron con el vino o la sangre y,
crujieron las maderas con el amor violento
que busca con ansiedad los recodos de sombra.
Besos, gritos ahogados, canciones, juramentos
y silencios tétricos,
acompañan al hombre cuando sube
aquel calvario de peldaños
que conduce al cielo de la ventana.
Bajaron por sus gradas los enfermos,
y también los muertos
con sus enterradores de cara de marfil envejecido.
Subió la policía, bajaron raudos los muchachos
que no se resignan a las cárceles,
ascendieron los acreedores con recibos
amarillos y verdes, y papel sellado,
y pasaron las mujeres bellas
que introducían la primavera con su llegada.
No sólo en el mar nace Venus Anadiomena,
también en la escalera
entre los olores a sopa, a alcohol y a perfumes baratos.
Transita el violinista con su música enlutada,
y los contrabandistas con los ojos puestos en todas partes,
y la mujer que regresa desolada.
La escalera es un palimsesto nacarado,
la ruta de nuestro sino cotidiano,
madera crucificada a golpes
tatuada en la elegía del presente y pasado.

MÉXICO


Tal vez pueda escribir o pintar
en estos vastos panoramas que me reducen a la nada.
A la entrada a estos pueblos donde el maguey
se retuerce, y donde no hace mucho
la revolución hizo detonar el silencio en los valles.

Tal vez pueda sentir el pasado católico
que sembró iglesias y organizó la piedra
en cúpulas y torres, y escuchar
el lenguaje plástico del escultor indígena
de los retablos y fachadas,
o sorprender en las fisonomías contemporáneas
de los que viajan en el mismo tranvía
la antigua amargura de los códices.
Tal vez pueda comprender la elegía
de los puentes por donde ya no pasan los ríos,
y de las gentes que viven en cubos de tierra gris
como las lagartijas polícromas de las grietas,
y en el acento de las guitarras, y en las arpas de
[los mendigos
y en las campanas de límpida vejez,
escuchar lo que callan las piedras esculpidas
y lo que guarda el pecho de los hombres
hasta que se hace música en la garganta.

Yo estoy acostumbrado a los verdes
y al barroco de la naturaleza,
y si amo la geometría y la terrible severidad
de este suelo perfumado por la sangre,
el pasado de mis pupilas
está fatalmente amalgamado a mis recuerdos,
a caminos por donde fui dejando mi infancia
y conocí el amor que trabaja los primeros poemas.

Allá sé el nombre de los árboles
y la sustancia de mi llanto me es tan familiar
[como las lluvias.
He visto morirse a mis amigos
y he visto en la cárcel a mis compañeros de escuela.
Pero para adentrarme en este país de México,
los años que me quedan son apenas
frágiles herramientas, ante
la piedra de su historia y su vida
y ante el vértigo de su fisonomía inmutable.

 

FLORENCIA


En Florencia los palacios de piedra martillada
son negros,
son todos fortalezas,
con los huecos de las ventanas
cruzados con hierros.

De hierro son los aros empotrados
para amarrar los caballos,
en hierro se sostenía la llama
que iluminaba el amor y la guerra.

Los palacios de Florencia
son de piedra y de hierro,
como el rostro del Dante
quemado por las pasiones y el infierno.

Pero hay puentes de mármol
donde pasó Beatriz, y donde el agua
en el dolce stil novo dice su pena,
y claustros donde la cal del Frate Angélico
confesó en mariposas su piedad y su estética.

RELIEVE DE NÍNIVE


Es un espejo de piedra, agua estancada
durante cuatro mil años,
refleja la violencia de las cacerías
de animales y hombres.
Banquetes en donde las cabezas de los enemigos
cuelgan como frutas del árbol de Xibalbá,
y miran el festín sin ojos y sin lengua.
Los reyes de reyes beben en copas de oro robadas
una espesa embriaguez de piedra.

Sobre un cielo de cerámica incandescente
tiemblan las hojas de las palmeras.

La energía para matar,
la delectación en los miembros derramados
sobre la quemada tierra
y la concupiscencia para disfrutar
del aroma de la sangre,
todo esto lo talló el artífice reviviéndolo
para que dure en su ignominia y en su arte.

 

 

EN HOLANDA


En Holanda cuadricularon
los verdes con el cristal de las aguas
en donde pacen las vacas en el rocío.
Todo el sol lo dejaron para que circule
en las venas de los navegantes.
El sol lo dejaron para sus rostros,
el gris para el humo de sus pipas
y para los ojos de sus mujeres.
Rembrandt descubrió el oro imponderable
latiendo en las penumbras.
Van Gogh enloqueció con el sol
porque estaba hecho a las brumas,
y llevaba girasoles en el corazón.
Los niños juegan frente a la escuela
en una tierra que sus antepasados
le arrancaron al mar, así también ellos
conquistarán otras tierras submarinas
para sus hijos y sus nietos.
El cielo es demasiado fácil
para navegar
siempre que no se trate del imperialismo
del cosmos.
Si el mundo se pudiera reducir
a un mosaico de pequeños países,
tal vez hallaríamos la paz
en las canciones de los escolares,
en los campos cultivados, y en la pintura.

EL GRECO


El Greco fue un personaje de sí mismo,
alzó sus manos en una Pentecostés de fuego,
y en el nocturno de su traje de caballero
puso su mano abierta en juramento.

No todos los hombres en Toledo
ostentaban párpados ojivales,
y barbas hechas para afilar los rostros
en óvalos de marfil entre labios de sangre,
…ni manos como iniciales.

En esa roca sembrada de arquitectura
que esculpe y roe el Tajo,
plantó su tienda, diseñó su tumba
y, en borrones de luz enaltecidos
pintó sus santos.

  ¿A DÓNDE IR?


¿A dónde ir, a dónde?
He recogido este clamor de mí mismo
y de otros,
cuando, estatuas de carne
sentadas en los parques
se han anclado en su fuga.
Cuando, caminando en el mar,
en el cielo, en los caminos,
se acaba el mundo
y el infinito es una muralla metafísica.
¿A dónde ir, a dónde?
dice el que nunca ha ido
a ninguna parte,
y el que ha ido a todas.
¿Por qué no permanecer
junto a los ríos y escucharlos,
por qué no estar junto a la madre
y los hermanos y los tíos?
Eso está bien cuando crecíamos,
eso está bien para volver a ello
como hijos pródigos
y abrazar con llanto
las rodillas del padre.
Pero después, el camino,
como un perro,
nos espera en la puerta de la casa.
Es un camino de agua llamándonos,
¿a dónde ir, a dónde?
Allá donde las voces no se oyen,
allá donde no hay besos ni palabras.

LA CATEDRAL GÓTICA


La piedra se dispara en el firmamento,
hunde sus raíces en la cripta,
y acoge en el recinto de sus naves
y en la sombra de los pórticos,
la población de seres esculpidos
entre demonios, ángeles y símbolos.

La iglesia mira sobre los techos
y más lejos,
hasta los campos y los ríos.
Para los hombres que viven
en océanos de trigo,
la torre es un faro encendido
en la tiniebla de los siglos.

La catedral tiene parábolas de piedra
y música de cristal entre su fuego,
y bóvedas para el réquiem
de los que fueron.

Sobre el suelo gastado
por las generaciones que se arrastran,
el llanto llueve
en rocío de arrepentimiento.

Con piedra, con cristal, con el dolor humano,
con números, con cánticos,
se construyó ese templo,
que atan los contrafuertes a la tierra
para impedir su vuelo.

  EN LA CATEDRAL DE LA NOCHE


En la catedral de la noche
los canónigos con arteriosclerosis
se pasean entonando su latín,
goteando su muerte tonsurada,
arrastrando la púrpura y el oro.

En retablos de sangre, en la tiniebla
con sus ojos oscuros los iconos
miran pasar la sombra de los siglos.
Piden a Dios los pobres y los ricos.

El vitral apagado ciego mira
los muros en la noche desolados,
los pasos sin sus pies,
voces sin labios,
plegarias errabundas en las bóvedas,
rostros de beatas con la muerte adentro
y crucifijos de metal ardiendo.
Este es el inventario
que se renueva en cánticos,
en voces de fantasmas,
en gris arquitectura desolada.

En la nocturna bóveda
duermen en sillones tallados
o en féretros sin llamas,
los teólogos barrigones
que también sufren y aman.

Tarda el día, tarda en llegar la luz
para destruir con su poder,
toda esta pesadilla
acumulándose
sobre mi corazón cansado.

LEHMBRUCK EL ESCULTOR


Entre los altos hornos,
entre chimeneas negras,
en un país de hierro y de carbón,
en una tierra oscura
de blancas nubes en azul,
nació Lehmbruck
hijo de mineros,
nació para esculpir su dolor.

Sus figuras largas crecen
como en la mujer arrodillada,
o en el hombre que sube
o en el hombre que cae.
En las manos resuena
lo que sucede en las rodillas y en el pecho.
Sus seres de dimensiones de fantasma,
sueñan de pie, piensan de rodillas,
y caen largos sobre el pedestal
de la nada.

Sus seres crecen góticos
como las catedrales,
pero se doblan abatidos,
porque no pertenecen a la tierra
sino a la aspiración de su infinito.

 
  EN GRECIA LAS NUBES


En Grecia las nubes
son también escultura.
Allí vi la gigantomaquia,
era una lucha inmóvil
de dioses y gigantes,
mármol imponderable
en el frontón del cielo.

Eso fue antes de llegar a Patras,
donde los campesinos
lanzan su semilla intemporal
como en una pintura de van Gogh.
Las viejas con su vestido negro
contra los muros de piedra
enjalbegada,
volvían a ver con sus rostros
tallados por el tiempo.

Al otro lado del golfo de Corinto,
abocetado,
estaba Missolonghi,
donde Lord Byron
murió por la libertad y los mármoles.
En Nauplia
el viento había borrado
la gigantomaquia del cielo,
y luego,
la caligrafía del relámpago
firmó la tempestad
con el puño de los dioses.
Zeus estaba vivo,
no era solamente
una bella escultura en el museo.

BANDADA DE PALOMAS


En mis paseos matinales
una bandada de palomas
volaba en círculo.

Pasaban tan cerca,
que escuchaba el sonido
de una tela de seda estrujada.

Iban tan cerca del suelo
que sus cuerpos blancos
dejaban caer su sombra negra.

Volvían a una terraza blanca
hecha de claridades.

En su nieve encendida
volaba el recuerdo de Cádiz
y de aldeas encaladas.
No volví a ver el vuelo de palomas,
el azul se hizo
más fulgurante y más solo.

 
  NAUSEA


Ir en la noche solo
a ver cine pornográfico,
para transitar luego
por las aceras tristes
provoca náusea.

Es como el semen frío
en una prostituta
fornicada con odio.

LA CIUDAD MUERTA


Una ciudad donde no hemos amado
es una ciudad muerta.

Una ciudad, en donde
no hemos amado algo,
la arquitectura, las mujeres,
el cielo,
vive sólo en la geografía,
como un nombre que no
ha encontrado aquello que va a denominar.

 
  TEMPLO DEL JAPÓN


No había peregrinaje turístico
y peregrinaje religioso,
los dos eran lo mismo,
la belleza tenía un solo rostro.

El rostro verde de la montaña
el rostro móvil de los ríos,
y el oro del resplandor
de Amida
en los santuarios de madera.


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