Poesía
UN JUICIO
Preparada por el poeta nicaragüense Carlos
Martínez Rivas, nos llega esta antología
de Amighetti, premio "Magón", maestro
del grabado y la pintura costarricenses. A la lista
de nombres se unen: el rumano Esteban Bacciu en
el prólogo y Raúl Soldi en la confección
de unos dibujos llenos de simplismo y riqueza sugerente.
Es, pues, un trabajo de equipo, un esfuerzo por
cuidar la poesía y no dejarla salir de paseo
vestida de cualquier manera.
La ordenación de la antología es mínima,
como de emergencia, casi gráfica: "De
mí mismo", "Poemas de amor",
"Relatos", "Provincias", "Dibujos",
"Viajes".
Y en este sentido rodará todo el libro: la
sencillez elemental y casi primitiva. Amighetti
se retrata como un primitivo, como un indígena
del verso.
El poema es una línea que
rige las montañas, desdibuja las manos y se
hace río.
Cuando habla de sí mismo es
un poco la herencia del Machado coloquial:
Mi infancia era tener una abuela
y dibujar con lápices de color. |
|
|
Tan pronto enriquecido
por la visión delgadísima del entorno,
animado todo movimiento por un impulso adolescente,
por una imaginación que se apoya en la naturaleza,
en la elementalidad, que huye del párrafo modernista,
del vicio americano, de la exuberancia y de los capiteles
azucarados. Tan pronto se tuerce y la palabra poética
es pensamiento o metáfora larga; y el encanto
se ha perdido tras la anécdota.
Su verso libre deja que el interpretador descanse.
Y Amighetti empieza a hablar de amor:
Las manos que ponen el pan sobre
la mesa y me traen el agua son las mismas que cosen
y que colocan en los vasos de arcilla flores blancas.
Del amor cálido como una bengala,
el amor que descubre el poeta y el hombre cuando repasa
la costumbre del hogar, los recuerdos sin nombre que
son siempre el mismo. Ahora todo es fácil;
no se busca el poema; está ahí, al lado
nuestro. (Y el lector, el crítico, o lo que
se sea, no hablará de esos poemas negros que
se caen al pozo negro, y que siempre sueltan tufillo). |
Yo sé que siempre llego tarde, siempre pierdo
los barcos y los trenes.
Sí, éste es Amighetti, un genial
iniciador del poema, el dueño absoluto de
la primera frase. Un hablador de realidades cortas
que se hunden en la carne.
Quisiera ser aquel niño que juega con el
agua de la pila del parque; soñar viendo
los peces, rojos como fuego en el agua; no sentirme
acosado por nadie ni por nada.
Esta es la prueba. La confirmación de su
seguridad en la composición corta. Sin alas
ni adornos, sin enredo barroco ni retórica.
Siempre pintor de lo que ocurrió hace tan
sólo un momento allí delante. Fotógrafo
caliente de los pequeños mundos que pasan
inadvertidos, que son inaccesibles:
El niño iba con su perro; niño y
perro padecían hambre; el niño la
pregonaba en sus vestidos rotos, el perro en su
anatomía. Pero ambos la llevaban en un oscuro
fuego que les quemaba los ojos.
|
|
|
Poeta pintor, Amighetti
es un dominador del gesto de las cosas. En sus "dibujos",
la cadencia del hallazgo es casi constante. Su pulso
poético es un pincel que busca bellezas transparentes
como universos:
Dibujaba una línea horizontal, y con este elemento
tan simple nació la distancia y reposó
el mar en su inmenso lecho.
Aquí ha sido casi el poema
del signo, del trazo perdido. Como una génesis
filosófica, apurando.
Y se cierra el libro, sin abandonar el mismo ritmo,
hablando. Sin oscuridad, buscando la sombra de los
árboles a lo sumo. Las impresiones de los "Viajes"
rozan la superficie de lo superficial. Pero hay explosiones
de color, retazos del corazón, sones propios.
Van Gogh enloqueció con el
sol, porque estaba hecho a las brumas y llevaba girasoles
en el corazón.
A veces, la poesía es descanso;
será entonces cuando mejor se cumpla su esencia
musical. Amighetti, sin saberlo, comenzó hace
tiempo la búsqueda del color de la melodía.
Y he pasado la tarde escuchándole.
F. TORRES
Revista “La Estafeta Literaria",
Madrid, No.562, 15 de abril de 1975. |
Anterior
- Siguiente - Volver
a la principal - Índice
|
|
|