Poesía
POEMAS DE AMOR
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LILLIAM EDWARDS
Hoy recuerdo los versos que te hacía, Lilliam
Edwards,
te fuiste un día, con tu violín y
tus cabellos
y tu figura dorada
para el Sur de los Estados Unidos.
Yo te escribía muchas cartas que iban por
los vapores remontando aquel río
cuyas riberas están florecidas por el canto
de los negros.
Yo comencé a quererte cuando salía
de la infancia
y tocabas el órgano,
mientras tu padre, un pastor metodista,
nos hablaba de Dios.
Yo le recuerdo siempre, Lilliam Edwards,
porque de todas las tempestades
no conservo una carta, ni un retrato,
sino tu claro recuerdo que el tiempo ha dibujado
con el oro marchito de todos los ponientes.
Eres una mujer que casi no ha existido,
y no hubo entre nosotros el contacto de un beso.
Por eso, Lilliam Edwards, eres eternamente joven
y no envejeces nunca, como las obras de arte.
Yo sé que te he perdido, pero estás
en el viento,
en el grito de las locomotoras y el dolor de los
trenes
y en todas las canciones de amor que sigo oyendo.
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1916:
Lilliam Edwards (con sombrero) y sus hermanas. |
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JUEGO DE PÓLVORA EN HEREDIA
En la plaza sonaron las campanas,
y los cohetes escribieron su palabra de oro,
con las estrellas amarillas y verdes
que caían lentamente quemándose.
Las torres de la iglesia palidecieron
fosfóricas y se sonrojaron con el fuego,
y los dragones incendiados corrían
agitando su cola de estrellas.
Yo tenía tu mano con infantil temblor
cerca del árbol, y las otras estrellas,
las de siempre, brillaban olvidadas
allá en el fondo del cielo.
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NOCTURNO DE LA CALLE
Yo te cogí la mano, llovía sobre el
mundo,
ninguna flor más delicada,
ningún pañuelo con la piel más
suave
que la piel de tu mano en el invierno.
No nos miraba nadie, tal vez el policía,
y un maniquí de la ventana
muy triste con su sobretodo nuevo.
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HOMESICKNESS
No sólo el pan y la cultura,
no sólo la habitación con baño
y la ventana con paisaje de iglesia;
necesito la palabra amasada con la harina
del idioma nativo.
Una sola palabra, pero trémula
y que venga de lejos, allá donde mi corazón
está sembrado como una planta de púrpura.
Una sola palabra rumorosa
donde haya voces de niños,
una palabra sencilla y cotidiana
disecada en las letras de una carta,
será el suficiente alimento
y el necesario perfume
para soportar esta mi soledad buscada.
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CANCIÓN PARA HELENA
A las reuniones con personas que quieren mostrar su
[inteligencia,
a las reuniones donde se toman acuerdos,
donde se impulsa el progreso
y donde, se quiere fomentar a toda costa la cultura,
prefiero tu compañía, no importa si
apenas sabes leer,
y si toda la poesía está
en las canciones de moda que tú cantas,
te basta ser mujer.
Prefiero la noche y su lunar consuelo,
y la soledad de los grillos y las penas
como música mía y para mí, en
esta hora
en que no están reunidas personas distinguidas
para decir frases brillantes
y pensamientos originales. |
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LAS MANOS
Las manos que ponen el pan sobre la mesa
y me traen el agua,
son las mismas que cosen
y colocan en los vasos de arcilla
flores blancas.
Las manos que abren las ventanas
y me arreglan el lecho
y levantan
al hijo como un fruto de nácar,
son las mismas que hilan
calladamente mis días
en una estela blanca.
Esa ventana con letreros y precios
y nuestro idilio breve
en noche y lluvia envuelto,
es ahora una página borrosa
donde ha huido el color con el tiempo.
Pero en las noches de faroles trasnochados
y de maniquíes tétricos,
como un olor que creía olvidado
reverdece tu voz con el invierno.
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LA CIUDAD ESTÁ VACÍA Y
DESIERTA
La ciudad está vacía y desierta,
no importa si la Navidad inunda
el caudaloso río de la calle.
Despertar con tu ausencia en la mañana
es estar extraviado todo el día,
es estar huérfano de la luz y del viento,
ti palpar el exilio en plena patria.
Yo te busco en el cielo de la tarde
donde hay azules que aprendí en tus ojos,
y en las desiertas calles en la noche
salgo a buscar la huella de tu sombra.
Mi corazón cerrado, se abrió cuando
llegaste,
flor solitaria sin rocío ni aroma
de luto en luto y de muerte en muerte.
Por eso es que mi voz se ha hecho más
grave,
porque está desolada de llamarte,
anochecida de clamar tu nombre.
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GOTEA EL TIEMPO EN LA LLUVIA
Gotea el tiempo en la lluvia
en los relojes en las lágrimas,
y se esparce ceniza delicada
sobre las sienes de los hombres,
en la niebla de los estuarios,
en el blancor de las páginas cansadas de lectores.
También en la ceniza de ceniza,
la que fue llama
e iluminó nuestras pasiones.
La línea, tan hermosa en la juventud,
encarcelando los senos en copas
de purísima forma,
apresando los muslos y los hombros
y las espaldas y las manos, en un ritmo
magnífico al nacimiento de las estatuas.
Gotea el tiempo en la lluvia
en los relojes en las lágrimas,
y se posa ceniza delicada
en los corazones de las mujeres y los hombres,
impide el paso de la sangre
el trayecto del aire y sus aromas.
Sobre despedazados calendarios,
la boca transitada de palabras
y tatuada la historia en cada mano,
nuestros pasos nos llevan a la tumba
aunque entremos a fiestas coloreadas.
Gotea el tiempo en la lluvia sin palabras
que humedece la tierra blanda almohada,
y ese motor de seda, el corazón,
y ese vaso sin borde, el pensamiento,
quedarán en las eras arrumbados.
Fuera pasarán siempre más
bellos
los días con sus pájaros, las flores
con su piel,
las noches rutilantes, el mar sonando,
la voz de las mujeres.
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SI UNIÉRAMOS NUESTRAS MUERTES
Si uniéramos nuestras muertes
croaríamos un fragmento de vida,
Engastando en las tinieblas
un breve resplandor.
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TALLÉ TUS INICIALES
Talló tus iniciales en el tronco de los árboles
y grabé con la cuchilla simbólicas fechas.
Yo les confié a los bosques el secreto del
nombre,
el árbol mientras viva lo llevará en
el pecho.
En soledad de pájaros, trabajé
cada letra,
fue mi primer poema, el poema de tu nombre.
Después que vi el Océano y los puertos
y el mundo,
hallé que los marinos lo escriben en las barcas,
lo esculpen en las proas salpicadas de mar,
lo tatúan en los brazos con sirenas y anclas
igual que yo en mi infancia lo hice en la montaña,
tu nombre, hoy tan lejano de mi primera edad.
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YO SÉ QUE SIEMPRE LLEGO TARDE
Yo sé que siempre llego tarde,
siempre pierdo los barcos y los trenes.
Yo era una casa deshabitada,
un templo hace siglos oscuro,
pero llegaste tú para encender las lámparas
y derramar en las penumbras oro,
porque tu juventud es como el agua
que invade y limpia y es diáfana.
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