Como
todas las abuelas
Como todas las abuelas le cuentan
historias a sus nietos, la mía también
me contaba cosas que han sucedido. Esta vez se trataba
de uno de sus primeros recuerdos. Su memoria retrospectiva
se hundía hasta mediados del siglo pasado.
"Mi primera hija fue una muñeca"
—me dijo— "Yo tenía casi la
edad de ella, le cantaba en el patio al lado de la
acequia para que se durmiera; se dormía con
los ojos abiertos. Una vez quise que viajara sobre
el rumor de aquellas aguas; la eché en su canastita
y me quedé esperándola, pero no volvió.
Fue mi primer llanto verdadero; y yo creía
que el agua era la misma agua que daba vueltas y volvía
a pasar y seguía cantando."
Mi abuela no sabía entonces
que los ríos "van a dar a la mar, que
es el morir", como lo supo muy bien en los últimos
años, cuando con oraciones se preparaba para
este viaje, frente a los santos iluminados con lámparas
de aceite de luz tranquila y eterna.
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