Francisco en Costa Rica



Como todas las abuelas

Como todas las abuelas le cuentan historias a sus nietos, la mía también me contaba cosas que han sucedido. Esta vez se trataba de uno de sus primeros recuerdos. Su memoria retrospectiva se hundía hasta mediados del siglo pasado.

"Mi primera hija fue una muñeca" —me dijo— "Yo tenía casi la edad de ella, le cantaba en el patio al lado de la acequia para que se durmiera; se dormía con los ojos abiertos. Una vez quise que viajara sobre el rumor de aquellas aguas; la eché en su canastita y me quedé esperándola, pero no volvió. Fue mi primer llanto verdadero; y yo creía que el agua era la misma agua que daba vueltas y volvía a pasar y seguía cantando."

Mi abuela no sabía entonces que los ríos "van a dar a la mar, que es el morir", como lo supo muy bien en los últimos años, cuando con oraciones se preparaba para este viaje, frente a los santos iluminados con lámparas de aceite de luz tranquila y eterna.


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